Estoy encerrado en la ilusión de mí
mismo. Todo lo que veo es lo que yo soy inconscientemente, e interactúo con ello
desde mi consciente. Entonces, no lo reconozco como mío.
Todo lo que me rodea es la prisión en
la que expiar la culpa de los pecados que creo haber cometido.
Cada problema que enfrento es la
lucha con una contradicción de mi interior.
Cada muro insalvable es mi creencia
en la incapacidad, mi juicio sobre mí mismo materializado.
Cada enemigo, un chivo expiatorio
dándome la oportunidad de fusionar mis contradicciones.
Porque existe una fisura, cada vez
más amplia, por la cual me deslizo hacia la Libertad de lo que Yo Soy, y cada
paso que doy en esa dirección me abre la visión hacia mi propia trampa.
Y en esa
percepción estalla un haz de luz que diluye la fantasía.
Y no, no queda nada vacante en ese
espacio. Está ocupado por lo que hubo antes, entretanto, y lo trasciende. Y en
“eso” estoy Yo, tal cual Soy inicialmente, tal como olvidé, y en lo que vuelvo a
realizarme.
Nada más, nada más que todo, que la
unión de los opuestos, que la chispa de su fusión.
Nada más que Todo Lo Que Es.
Y allí, en la Luz, como Luz, en la
disolución lógica de las formas proyectadas por los juicios, soy más que yo.
Porque allí, Hermano, te descubro una
vez más, mientras vuelvo a sentir que eres Yo.
Y, de nuevo, tras eones de fantasía
que han durado un solo instante, siento la ecuación:
Tú + Yo = Amor
Graciela Bárbulo
03/03/14
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